Add parallel Print Page Options

Las costumbres de los pueblos
    no tienen valor alguno.
Cortan un tronco en el bosque,
    y un artífice lo labra con un cincel.
Lo adornan con oro y plata,
    y lo afirman con clavos y martillo
    para que no se tambalee.

»Sus ídolos no pueden hablar;
    ¡parecen espantapájaros
    en un campo sembrado de melones!
Tienen que ser transportados,
    porque no pueden caminar.
No les tengáis miedo,
    que ningún mal pueden haceros,
    pero tampoco ningún bien».

Read full chapter